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sábado, 2 de abril de 2011

Educación a lo largo de la vida

Hay un refrán, exactamente no sé si su enunciado es así, dice “Nunca te acostarás sin saber una cosa más”. Y, define muy bien, la idea de “educación a lo largo de la vida”. Antes, creíamos que la educación sólo se aprendía en la escuela y en sus consecutivas formaciones superiores, además del protocolo para saber comportarnos en compañía de otras personas, de cara a esas personas y saber actuar en cada momento correctamente.

Hoy en día, se sabe que no es del todo cierto. La educación no culmina en la escuela, la educación perdura hasta que ya no somos capaces de aprender más (enfermedad, falta de memoria…). Empezamos aprendiendo desde que somos muy pequeños, interactuamos con lo que nos rodea para poder sobrevivir, ya entonces, creamos comunicación por medio del llanto, sonrisa… la familia es el primer halo de educación. A partir de ahí nos vamos desarrollando hacia la niñez, en la cual hacemos más fuertes nuestras capacidades sociales para interactuar con lo demás: la escuela, en este caso, hace que tengamos más posibilidades hacia ello. Pasamos a la adolescencia y ya somos más capaces de poder afrontar los conflictos que surgen ante nosotros, siendo competentes gracias a la experiencia que hemos ido adoptando, nos vamos afrontando al mundo, sabiéndonos acomodar a los nuevos cambios que ocurren, teniendo constancia del tiempo: del pasado, del presente y del porvenir. Pues bien, cuando llegamos a la adultez, y nos alejamos del cosmos que envuelve la escuela (colegio, instituto, universidad): ¿podremos decir que estamos completamente educados? Evidentemente, la respuesta es: no.

Estamos acostumbrados a hablar de educación en relación a la escuela: educando-educador. Pero la escuela también es la calle, la familia, los amigos… el mundo que nos rodea es la escuela y quien nos da y proporciona esa información, que tras nuestra experiencia, “moldeamos a nuestro gusto”. Pues nos vamos formando como personas, desarrollándonos física y psíquicamente, creando una identidad en nosotros, una forma de ser.

Pero, ¿cómo logramos entonces aprender sin ir a la escuela? Es decir, cómo podemos aprender por nuestra cuenta. Se podría hablar de autoeducación, aunque realmente, en términos extremos del vocablo, no es factible; nadie puede ser de sí mismo profesor, siempre buscamos información o aprendemos cosas que los demás, el entorno que nos rodea, nos proporciona. Sólo crearíamos auto-aprendizaje si descubrimos algo nuevo por nuestra cuenta. La comunicación, la sociabilización, son muy importantes en el ámbito del desarrollo humano. Podremos enriquecernos como personas cuando comparamos lo que sabemos con otras personas, cuando vamos adquiriendo más ideas de todas las personas que nos rodean.

Y, ¿Cómo podríamos entonces definir que es educación? En términos generales, podríamos decir que la educación es cultura; es cultura porque aprendemos a vivir, aprendemos a convivir con los demás gracias a una comunicación, a una interacción social, aprendemos a movernos en el mundo cambiante: nos amoldamos a las nuevas tecnologías que van surgiendo y vamos aprendiendo a utilizarlas, nos desenvolvemos en la vida gracias a los conocimiento y experiencias que adquirimos. La educación es un todo; un cúmulo de pequeñas grandes cosas (¡y valga la redundancia!) que nos hace ser lo que somos. Tiene carácter procesual y dinámico, nunca nos quedamos satisfechos de los resultados obtenidos, siempre queremos cumplimentar nuestra formación, nuestra sabiduría. Al menos, ese sentimiento por aprender más, es lo que nos hace sentirnos vivos. Es un proceso infinito que nos lleva constantemente a la finalidad (intencionada o no) de desarrollarnos en propio beneficio, sistematizando todos los aprendizajes que llevamos a cabo.



Los cambios que suceden en la sociedad gracias al “aprendizaje de por vida” se deben al papel que juega la escuela, al acceso que hoy en día tienen todas las personas y que está recogido como derecho humano; garantizando el principio de igualdad, a la homogeneización de los diferentes escenarios de aprendizaje, a los nuevos métodos de aprender, a la incorporación de las tecnologías… todos estos cambios hacen que todas las personas estén sumidas a la habilidad de aprender continuamente e identificar el conocimiento como fuente de desarrollo personal y social.

Y, ¿estos cambios de qué modo afectan a los educadores? [En relación a la escuela]. Si la educación está cambiando, está claro que el modo de enseñar de los educadores también ha de cambiar, ha de ser más profesional. Entendemos profesional como un educador que mantiene interés por aprender y saber afrontar estos cambios: hacerse conocedor de las nuevas tecnologías, educar en valores, dar menos importancia al método de escuela tradicional y hacer que sea el educando el que intenta aprender por sí mismo; que esté de guía, que le enseñe el camino pero que deje que sea que el alumno ande. El educador ha de ser el ejemplo primordial del niño, joven o adulto que esté aprendiendo. Ya que es la fuente más importante de la educación, debe estar “a la orden del día”.