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lunes, 11 de julio de 2011

Aprendizaje adulto (Bases del aprendizaje)

Alcanzamos la vida adulta alrededor de los veinte años, pero ello no significa ni conlleva que aquí acabe todo, sino que de otra manera, comienza una nueva etapa: cambios físicos, emocionales, cognitivos (procesos arriba-abajo), sociales… que incide en nosotros de una forma u otra.

            Al llegar a la adultez, logramos completar el desarrollo del cerebro al completo pero, posteriormente, comienza su declive, empezando por la última parte que desarrollamos: el córtex prefontal. No todo es un declive cerebral, sino que, por ejemplo, el vocabulario podemos aprenderlo a lo largo de toda la vida pero, es cierto, que nos costará asimilar cierta información novedosa, la cual para poder procesar debemos de utilizar otras partes del cerebro que están mejor condicionadas por la experiencia que hemos ido aportando. El cerebro comienza a “ahorrar” energía, es decir, economiza ciertas áreas utilizando las más desarrolladas, debido a la plasticidad cerebral que sufrimos, ya que todo lo que no usamos se deteriora, compensando de este modo también el funcionamiento deficitario que sufrimos.

            Para evitar que este declive cerebral se desarrolle más rápidamente debemos seguir “alimentándolo” ya sea mediante nueva información, aprendizajes o fomentar lo que ya tenemos, o sea, para que esto sea factible, debemos fomentar también la educación permanente: una educación extensiva a toda la duración de la vida de las personas centrándose en la etapa adulta para poder adquirir y mejorar las  habilidades y destrezas de forma continuada, de este modo mejoraremos también nuestra calidad de vida.

            La educación permanente ayudaría significativamente a contrarrestar la dependencia que sufrimos cuando somos personas mayores, sintiéndonos más competentes, puesto que no hemos perdido del todo, gracias al continuo mantenimiento que nos proporciona dicha educación, de nuestras capacidades.

            Principalmente, para ser efectiva la educación permanente debe estar adecuada a sus destinatarios; exigiendo una responsabilidad mutua entre profesor-alumno, siendo el profesor el que apoye y asesore, además de seguir el proceso. Por otro lado, hay que tener en cuenta las experiencias que cada individuo posee, dado que son la base esencial para poder almacenar y conectar nuevos aprendizajes e información. La nueva información así como ejercicios o actividades deben estar encaminados hacia la práctica, hacia el uso en la vida diaria.

            Uno de los objetivo que la educación permanente persigue es mantener, por ejemplo, la eficacia cognitiva: innovación, creatividad, actitud de comparación, evaluación y enjuiciamiento de la información… y, para conseguir promocionar los objetivos, es necesario que las personas se atribuyan éxitos y tengan sentimiento de auto-eficacia. Estas metas se conseguirían por medio de ejercicios para fortalecer la memoria, actividades físicas que ayudarían a desarrollar y mantener las habilidades motoras, así como al organismo, realizando ejercicios para potenciar la velocidad del pensamiento, la concentración…

            A modo de conclusión, debemos potenciar el aprendizaje y su mantenimiento a la largo de nuestra vida para evitar la temprana degeneración de nuestro organismo, ya sea física como psíquicamente, por medio de actividades que nos ayuden a mantener “en buena forma” nuestras capacidades y, de este modo, sentirnos útiles y capaces.

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